José Luis Olaizola (La vida y la época de Juana La Loca)


Al quinto día entró en agonía, después de haber recibido todos los auxilios que la Iglesia tiene previstos en estos casos, y cuenta el citado doctor Parra que << a todos nos admiraron las disposiciones de nuestra señora, la reina, en estos tristes momentos; las fatigas y trabajos que tomaba sobre sí hacían temer por su salud, pero nada sucedió pues es una mujer nacida para soportar cualquier fatiga. Siendo una cristiana como era, se sentía muy confortada viendo a su regio esposo tan compungido y arrepentido de su vida pasada: durante los últimos días, en los que su majestad el rey no parecía oír ni entender, la reina no por eso se apartaba de él, y le decía cosas muy dulces y amorosas, al tiempo que le musitaba oraciones para la buena muerte, por si las podía oír con los sentidos del alma. Falleció y siguió junto a él, pues decía que teólogos había que entendían que el alma tarda en abandonar el cuerpo más de lo que nosotros creemos y que en tanto que hubiera espíritu convenía decirle cosas que fueran de su gusto. Costó separarla de su cuerpo, al que hizo muchas muestras de amor, con besos y caricias, pero sin perder la compostura, y sin que ese afán pueda atribuirse al extravío del que dieran muestras en otras ocasiones. Por contra, hizo reflexiones muy cristinas sobre lo perecedero que es todo en esta vida mortal, y cómo tanto que urdió su difunto esposo para llegar a reinar en Castilla, para al cabo ser rey por no más de cuatro meses, que ni siquiera fueron los más felices de su vida >>.

* José Luis Alaizola (Los amores de San Juan de la Cruz)

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