John Fante (Al oeste de Roma) Mi perro Idiota & La orgía

Mi perro Idiota
Me sentaba en la hierba con Idiota y en esos momentos creía en todo. A veces, se levantaba, me ponía las patas en los hombros y trataba de metérmela. Hasta tal punto me amaba. ¿Qué otra cosa podía hacer para expresarse' ¿Escribir un poema, cortar rosas? Le daba un codazo en el hocico y se le quitaban las ganas. Rocco también me había amado y lo expresaba mordisqueándome los zapatos o rasgando algo que me perteneciera, una camisa, unos calcetines, el sobrero o, lamentablemente, los mangos de los palos de golf. Pero Rocco era un sujeto extrovertido al que le gustaban las hembras, mientras que Idiota tenía aquel problemilla sexual y le tenía afecto por eso.

La orgía
La tórrida mañana de agosto, al llegar al tajo, mi padre y yo nos encontramos con un silencio poco habitual que nos dejó intrigados. Faltaba algo en el ambiente. Con las antenas siempre sintonizadas con la crisis, mi padre se echó hacia atrás el sombrero y escuchó. El factor que echábamos de menos era el rugido de la hormigonera, que no se oía como de costumbre en el temprano aire matutino. Mi padre se acercó a la máquina salpicada de cemento y miró alrededor. Blivins el Rápido no estaba. Por primera vez en diez años faltaba al trabajo.
-Estará enfermo -dijo mi padre-. Seguro que es eso.
El reloj del juzgado dio las ocho y, con peón o sin él, Luke y Frank Gagliano se subieron al andamio para ocupar su sitio en la pared. Eran hombres de sindicato que cumplían con su obligación y tenían voluntad de trabajar. Si no había ladrillo que poner ni mortero con que adherirlos, no era problema suyo; seguían ganando dos dólares a la hora.
Con un gruñido de resignación, mi padre se hizo cargo de las funciones del Rápido y se puso a cribar arena. Trabajaba con furia, con un humor de perros. Frank y Luke miraban sin hacer nada desde el andamio y fumaban un cigarro. Empuñé una pala. Quería ayudar.

1 comentario:

Jose Luis Villalba dijo...

Gran libro. Una joya. Dos pequeñas novelas o dos grandes relatos cortos. No les sobra ni una coma, vamos. Te partes de risa y te emocionas al mismo tiempo, un auténtico maestro el amigo Fante, por lo menos para mí. Al oeste de Roma es de lo mejor que he leído de él hasta ahora.

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