Jürgen Kocka (Historia del capitalismo)

La influyente visión que se tenía del sistema capitalista en la Ilustración como fuerza civilizadora que no solo traería prosperidad a la sociedad, sino que también haría a los seres humanos más libres, más pacíficos y mejores, no goza hoy de gran aceptación. Antes al contrario, al menos en Europa, son predominantes las críticas a sistema, aun cuando las opiniones sobre el capitalismo difieren enormemente. Sin embargo, quien estudie con rigor la historia de este sistema económico y conozca algo de las condiciones de vida en los siglos en los que aún no existía o se encontraba solo en una fase incipiente, no podrá sino asombrarse de los extraordinarios avances en materia de condiciones materiales de nuestras existencias, superación de la miseria, aumento de la esperanza de vida, mejora de la salud, multiplicación de las opciones disponibles e incremento de la libertad que han producido en amplias regiones del mundo (¡aunque no en todas!), especialmente para las numerosas personas que no pertenecen a una élite bien posicionada. Cabe concluir que todos estos avances, contemplados con la perspectiva del tiempo transcurrido, probablemente no se habrían dado si el capitalismo no hubiese excavado, ocupando y transformando de una forma muy característica y durante largos períodos su entorno. Y quien desee recurrir al argumento del aumento del conocimiento, la transformación de la tecnología o la industrialización como motores del progreso deberá recordar que, para contar con una industrialización exitosa y duradera, hasta ahora siempre ha sido preciso que exista el capitalismo. Sus principios han impulsado en buena medida la difusión del saber, como ha quedado patente en la historia de los medios de comunicación, desde los primeros ensayos de la tipografía hasta el uso de Internet en la actualidad. Hasta hora, el capitalismo ha vencido a todos los modelos alternativos, tanto en términos de creación de bienestar como en términos de generación de libertad. La derrota de las economías planificadas del bloque comunista en el último tercio del silo XX fue el proceso final de esta evolución del capitalismo en el balance de la historia. Y, sin embargo, es infrecuente que quien hable o escriba acerca de este sistema pase por alto las oscuras páginas de su historia. Lo normal es que las mencione o, incluso, las destaque. La crítica al capitalismo está a la orden del día [...]

[...] En la actualidad, las críticas al capitalismo son muy diversas. Se atacan públicamente determinados abusos relativos, como la <<irresponsabilidad estructurada>> del sector financiero, que, -en un claro caso de incumplimiento de una de las premisas fundamentales del capitalismo, además- ha contribuido a separar la toma de decisiones y la asunción de la responsabilidad correspondiente a las consecuencias de tales decisiones, de modo que las ganancias desorbitadas de los gerentes del dinero son posibles gracias a que las gigantescas pérdidas se hacen públicas (<<too big to fail>>). La crítica a la creciente desigualdad como efecto del capitalismo se realiza de un modo algo más general, con un debate público que se interesa más en la desigualdad de ingresos y patrimonio que han vuelto a crecer desde los años setenta dentro del propio país  que en la desigualdad, mucho más grave, que existe entre diferentes países  regiones del planeta y que han aumentado espectacularmente entre 1800 y 1950, si bien desde esa fecha se ha estancado. Las reclamaciones en torno a la creciente desigualdad conducen a la protesta contra el incumplimiento de la justicia y adquieren relevancia desde el punto de vista sistémico. Además, se reprocha la permanente inseguridad, la presión de la incesante aceleración y el individualismo extremo que son inherentes al capitalismo y que, si no se contrarrestan, conllevarán la erosión social y el abandono del bienestar común. Cabe preguntarse: ¿qué es lo que cohesiona a las sociedades? Por otra parte, también es fundamental la crítica a la dependencia constitutiva del capitalismo con respecto al crecimiento constante y a la expansión permanente más allá del statu quo alcanzado; una dependencia que amenaza con destruir los recursos naturales (medio ambiente, clima) y culturales (solidaridad, sentido) que, por otra parte, el capitalismo necesita para sobrevivir. Aquí es cuando aparece la inquietud: ¿dónde se sitúan o deben situarse (por motivos morales o prácticos) las fronteras del mercado y de la comercialización? Existen sólidos argumentos históricos que confirman que deben existir esas fronteras, que el capitalismo no puede invadirlo todo, sino que necesita un punto de apoyo no capitalista en la sociedad, la cultura y el estado [...]

[...] La crítica al capitalismo es tan antigua como el propio capitalismo. Y, aunque no ha logrado impedir su marcha triunfal por el mundo, sí que ha influido en ella. La visión histórica que se ha presentado aquí muestra la inmensa capacidad de transformación que ha caracterizado al capitalismo durante siglos. Las críticas a este sistema, unidas a los movimientos sociales y políticos, han sido un importante motor de cambio, como se ha señalado anteriormente, sobre todo en los apartados <<La evolución del trabajo asalariado>> y <<Mercado y estado>>. Lo mismo puede ocurrir en el futuro. Porque el capitalismo no decide las condiciones sociopolíticas en las que se va a desarrollar. Puede florecer en diferentes sistemas políticos, incluso bajo regímenes dictatoriales (aunque, desde luego, solo por un tiempo limitado). La afinidad entre capitalismo y democracia es menos marcada de lo que se ha esperado y supuesto durante mucho tiempo. Puede servir a diferentes fines sociales y políticos y probablemente también a un cambio de rumbo de la economía hacia soluciones más renovables y duraderas, siempre y cuando se ponga en marcha una presión política suficiente y se tomen las correspondientes decisiones políticas para alcanzar esos fines, algo que, por el momento, no parece estar a la vista, ni en las sociedades desarrolladas del Norte Global ni en el resto del mundo. El capitalismo vive de sus enraizamientos sociales, culturales y políticos, por mucho que, al mismo tiempo, los amenace y desintegre. Es capaz de aprender. Coincide en esa ventaja con la democracia. Es capaz de transformarse bajo los efectos de las herramientas de la política y la sociedad civil si estas son lo suficientemente fuertes y decididas. La perspectiva histórica así lo demuestra. En cierto modo, cada época y cada civilización tienen el capitalismo que se merecen. En nuestros días, no se aprecian alternativas superiores frente al capitalismo. Pero sí que son concebibles (y, en parte, ya se observan) variantes y alternativas muy diversas dentro del sistema capitalista. La reforma del capitalismo es una tarea permanente. Y en ella, el papel de la crítica al sistema es fundamental. 

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