Rafael Echevarria ( Ontología del lenguaje)

La filosofía de Epicteto

Entre todos los estoicos, con quien siento una mayor afinidad es con Epicteto, el filósofo que nace como esclavo y que muere como hombre libre. Epicteto no tenía propiamente un sistema filosófico. Sus enseñanzas recogidas por su discípulo Arriano, constituyen un conjunto de recomendaciones para el bien vivir. De los estoicos, es de los más alejados de los intereses lógicos o incluso metafísicos de algunos de sus antecesores. Sus discursos son consejos orientados a guiar a los hombres a vivir con sabiduría. De esa sabiduría de la que ya nos había hablado Heráclito. De allí que Epicteto nos resulte uno de los estoicos más heraclitáneos. 

Heráclito nos había advertido que <<la mayoría de los hombres no piensan las cosas según como las encuentra, ni reconocen lo que resulta de su propia experiencia, sino que se atienen a sus propias opiniones>>. Epicteto va más lejos. Para él, las opiniones de los hombres definen no sólo el mundo en el que habitan, sino que determinan su propia vida. De acuerdo a los juicios que los seres humanos emiten sobre lo que les acontece, generan uno u otro tipo de vida y determinan la felicidad y la paz que podrían encontrar en ella. Recordemos que Epicteto señalaba que <<no es lo que ha sucedido lo que molesta a un hombre, dado que ello puede no molestar a otro. Es su juicio sobre lo sucedido>>.

Dentro de los juicios que los seres humanos hacemos, están aquellos que se refieren al cambio y que definen lo que es posible. Pocos juicios adquieren la importancia que tienen éstos. Ya Heráclito había sostenido que <<aquel que no espera, no encontrará lo inesperado, pues éste es difícil de descubrir e imposible de alcanzar>>. Epitecto, nuevamente, nos ofrece una recomendación similar cuando nos señala que <<debemos medir tanto el tamaño de nuestra zancada y la extensión de nuestra esperanza, de acuerdo a lo que es posible>>. Lo que es posible define, por lo tanto, lo que podemos esperar y cuanto podremos alcanzar en la vida.

La manera como Epicteto especifica <<lo que es posible>> es recurriendo al criterio heraclitáneo ya mencionado de establecer el <<acuerdo con la naturaleza>>. Al determinar lo que está de acuerdo con la naturaleza de cualquier cosa, determinamos los límites de lo que podemos esperar con respecto a ella, los límites de lo que es posible y lo que no es posible cambiar. Si descubrimos que algo <<pertenece a la naturaleza>> de una determinada cosa, ello significa que no podemos esperar que tal cosa vaya más allá, que ella trascienda al límite definido por su naturaleza. El criterio de la naturaleza define, por lo tanto, el espacio de cambio posible que cabe esperar de aquello que sea el caso.

Este criterio es característico de todos los pensadores estoicos y tiene un lugar central en la filosofía de Epicteto. De allí que nos insista que antes de embarcarnos en alguna tarea debemos siempre preguntarnos por su naturaleza. Sostiene Epicteto: <<frente a cualquier cosa con que uno se entretenga, que nos sea útil o a la que tengamos aprecio, habrá que preguntarse desde el comienzo ¿cual es su naturaleza?>>. De la misma manera, nos reitera Epicteto: <<cuando uno está por emprender algo, recuérdese la naturaleza de aquello que se está por emprender>>. El criterio de naturaleza define <<lo que será posible>> alcanzar en la tarea que se está por realizar. 

Procurar alcanzar lo que, por naturaleza, no es posible es fuente de sufrimientos innecesarios. Por lo tanto puede evitarse mucho sufrimiento al preguntarnos por la naturaleza de lo que emprendamos y examinamos, de acuerdo con este criterio, lo que esperamos de nuestras acciones y de la de los otros, de las cosas, de las personas. Una vez que determinemos lo que corresponde <<de acuerdo a la naturaleza>> de las cosas, adecuamos a ello nuestras expectativas y nos protegemos de decepciones absolutamente innecesarias.

Lo anterior, le permite a Epicteto introducirse en el tema del poder personal. El poder que tengamos está delimitado por el criterio de naturaleza. Por definición los seres humanos no tenemos el poder de modificar lo que está determinado por la naturaleza de las cosas. El criterio de naturaleza, en consecuencia, define simultáneamente el límite de nuestro poder de transformación y el límite de lo que podemos y de lo que no podemos cambiar.

Fiel a lo anterior, el Manual de Epicteto se abre con el siguiente párrafo:

<<De todas las cosas existentes, algunas están en nuestro poder y otras no están en nuestro poder. En nuestro poder están el pensamiento, el impulso, la voluntad de conseguir y la voluntad de evitar y, en una palabra, todo lo que corresponde a lo que podemos hacer. Cosas que no están en nuestro poder incluyen el cuerpo, la propiedad, la reputación, el cargo y, en una palabra, todo aquello que no corresponde a nuestro hacer. Las cosas en nuestro poder son por naturaleza libres, inestorbables, sin impedimentos; las cosas que no están en nuestro poder son débiles, serviles, sujetas a estorbo, dependientes de otros>>.

Para el bien vivir es necesario concentrarse en las cosas que están en nuestro poder y no perder el tiempo en aquello para lo cual no tenemos poder. Insistentemente nos reitera Epicteto: <<ejercítate en aquello que está en tu poder>>

Una interpretación habitual del pensamiento de los estoicos les atribuye haber predicado la resignación, el promover una fácil aceptación de que el estado de cosas existente no puede cambiar. Ello implica una distorsión de su pensamiento. Como podemos apreciarlo en el caso de Epicteto, éste nos insiste en saber discernir lo que puede, de lo que no puede ser cambiado y, una vez que ello ha sido determinado, en comprometernos plenamente con el cambio Lo peor que nos puede pasar es quedar atrapados en una expectativa de cambio que contraviene la naturaleza de las cosas. El saber utilizar el criterio de la concordancia con la naturaleza, según Epicteto, se traduce en sabiduría de vida.

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