Jonathan Israel (Una revolución de la mente) La Ilustración radical y los orígenes intelectuales de la democracia moderna

¿Qué remedio puede haber, se preguntaba Holbach en 1773, para "la depravación general de las sociedades" (la dépravation générale de societés), donde tantos factores se combinan para perpetuar el desorden dominante y la miseria? Hay sólo un camino, afirmaba, para curar semejante amasijo de males: abolir el sistema completo de jerarquías, privilegios y prejuicios y sustituirlo por una sociedad más justa. Y únicamente hay una vía para acometer semejante tarea: a saber atacar "el error" y proclamar "la verdad". "Si el error, como todo lo demuestra, es la fuente de todos los males sobre la tierra" mantenía Holbach, si los hombres son viciosos, intolerantes, opresores y pobres porque tienen ideas totalmente equivocadas sobre "su felicidad", y sobre cualquier otra cosa, entonces los defectos de la sociedad, pueden ser abordados sólo combatiendo el "error" con valor y resolución, mostrando a los hombres sus verdaderos intereses y propagando "ideas sanas" (des idées saines). Cuando esos defectos están enraizados estructural y profundamente en la credulidad, en la confianza en la autoridad y en la ignorancia, la "filosofía" ya no es sólo la cosa más apropiada sino el único agente lo bastante poderoso para desencadenar una revolución rápida y completa.

Reeducar al público, por tanto, parecía el primer paso crucial hacia la renovación de la sociedad de una forma más justa. Helvétius, un gran defensor de la educación como instrumento, se dio cuenta de que la institución del tipo adecuado de educación general era un objetivo que no podía ser conseguido sin que fuese acompañado por una completa revolución política, la mejor forma de la cual era en un país extenso como Francia, según pensaba, bien una república federal, bien una liga de unas veinte pequeñas repúblicas unidas para su mutua defensa. Cuando existen formas adecuadas de gobierno y se adopten buenas leyes, estas llevarán de forma natural a la ciudadanía hacia el bien general, mientras que, al mismo tiempo, se dejará a cada individuo libre seguir la búsqueda personal de su felicidad particular. El fin último de Helvétius era formar un sistema de legislación e instituciones que vinculara los intereses privados con el público, y "establezcan la virtud en beneficio de cada individuo".

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La Ilustración radical aspiraba, por tanto, a formar un nuevo tipo de sociedad, y a comienzos de la década de 1770 consideraba que esto era concebible sólo mediante lo que Paine y Barlow llamaban una "revolución general". Pero como la "revolución general"  por la que luchaban no se trataba de una revolución de violencia, asesinatos y destrucción, el pensamiento radical debía presentarse a sí mismo como una guerra de la "razón" y la persuasión contra la "superstición" crasa y la presión cruel, esperando que esto sería suficiente para su éxito. Un dogma de los pensadores radicales era que la razón, y únicamente la razón, puede elevar la dignidad del hombre desde las profundidades de la degradación, el error y la ignorancia. Durante un tiempo, pareció que la razón estaba ganando terreno, y que la monarquía, la nobleza y el poder de la Iglesia estaba desmoronándose bajo su asalto. No era difícil deducir "del estado ilustrado de la humanidad" como escribió triunfantemente Paine en 1791, que "los gobiernos hereditarios están rayando en su decadencia, y que las revoluciones basadas ampliamente en la soberanía nacional y el gobierno representativo están abriéndose camino en Europa". Por tanto, añadía, "sería un acto de sabiduría anticipar su llegada y hacer una revolución de la razón y el acuerdo, en lugar de dejar el resultado a convulsiones problemáticas". Abrazar la revolución, mientras se buscaba minimizar los trastornos y la violencia, era un llamamiento clásico de la Ilustración radical.

Como parte de su "revolución general", Diderot, Helvétius y Holbach luchaban por transformar las ideas acerca de los diferentes rangos sociales. Diderot había empezado a dignificar el artesanado en la década de 1750 en la Encyclopédia en las numerosas entradas, largas y detalladas, que describían las técnicas artesanales. La transformación del teatro, que él y Lessing intentaron producir en Francia y Alemania, trataba principalmente de sustituir los personajes de príncipes y aristócratas por otros hombres y mujeres más ordinarios. Más tarde, el impulso para aumentar las habilidades de los trabajadores fue llevado más allá. ¿No es más útil para la sociedad, preguntaba Holbach, un trabajador laborioso que el prototipo habitual de aristócratas inútiles? Y el hombre de letras (home de lettres) empobrecido que dedica sus energías a la edificación de sus conciudadanos, ¿no es más digno de ser estimado en general que el "imbécil opulento" de alta cuna que desprecia las artes y el talento? La compasión surge más fácilmente, observaba, en aquellos que conocen la pobreza de primera mano antes que en aquellos otros cuya riqueza les garantiza que nunca sufrirán privaciones. 

En ocasiones los últimos escritos de Diderot y Holbach suponen que, si alguna vez hay en el futuro una sociedad mejor y más igual, es probable que surja de los esfuerzos de los pobres más que de los ricos. Desde luego, parecía más fácil demostrar las ventajas de la justicia, la equidad y la igualdad al derecho de protección a aquellos cuya debilidad los exponía a la opresión antes que a los ricos y poderosos cuyo bienestar y gloria parecía radicar en su habilidad para oprimir. Por ardua que fuera la lección, los pueblos del mundo deben aprender a observar las reglas de la justicia recíproca y respetar los derechos de todos. Exactamente lo mismo se aplica a las diferentes clases sociales.

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