Epicteto (Manual de vida) Pasajes escogidos

Para comer uvas o higos, hay que dar tiempo a los árboles, dejar que el árbol florezca, que dé frutos y que maduren.

El hombre en la vida

Recuerda que has de comportarte como en un banquete. Llega a ti algo que va pasando: extiende la mano y sírvete moderadamente. Pasa de largo: no lo retengas. Aún no viene: no exhibas tu deseo y espera hasta que llegue a ti.

Así con tus hijos, con tu mujer, con los cargos, con la riqueza. Y algún día serás digno de participar en el banquete de los dioses.

Y si no te sirves de lo que te ofrecen, sino que lo desprecias, entonces no sólo participarás del banquete de los dioses, sino también de su poder. Así obraban Diógenes y Heráclito y los que se les parecían, y merecidamente eran y se les llamaba «divinos».

La misión del ciudadano

¿Cuál es la misión del ciudadano? No tener ningún interés personal, no deliberar nada como un ser independiente, sino del mismo modo que si la mano o el pie tuvieran y comprendieran la disposición natural, que nunca se moverían o tendrían apetencias de otro modo más que con referencia a todo. 

En él se funda nuestra serenidad

Estas dos cosas hay que tener a mano: que fuera del albedrío no hay nada ni bueno ni malo y que no hay que adelantarse a los acontecimientos, sino seguirlos.

Ocúpate de desempeñar tu papel....

Recuerda que eres actor de un drama, con el papel que quiera el director: si quieres uno corto, corto; si uno largo, largo; si quiere que representen a un pobre, represéntalo con nobleza; como a un cojo, a un gobernante, un particular. Eso es lo tuyo: representar bien el papel que te han dado, pero elegirlo es cosa de Otro. 

Más sobre la muerte

Si un joven muere, reclama uno a los dioses porque ha sido arrebatado antes de tiempo; si se retrasa en morir un anciano, también reclama a los dioses porque aún pasa trabajos cuando ya le convenía descansar; mas cuando la muerte se acerca, no quiere menos vivir y manda a buscar al médico y le pide que no omita ningún afán ni cuidado. Y decía: «Admirables los hombres, que no quieren ni vivir ni morir». 

Si quieres filosofar....

Si ansías la filosofía, prepárate desde ahora mismo para ser objeto de risas, para ser objeto de burlas de muchos que te dirán: «De pronto se nos ha vuelto filósofo» y «¿Cómo es que nos viene con este gesto altivo». Así que tú no pongas gesto altivo y aférrate a lo que parece que es lo mejor como quien ha sido destinado por la divinidad a ese puesto. Recuerda que si te mantienes en ello, los que al principio se reían de ti te admirarán al final, mientras que si te dejas vencer por ellos, les ofrecerás un doble motivo para la risa.

Mostramos nuestra valía en la adversidad

Las circunstancias difíciles son las que muestran a los hombres. Por tanto, cuando des con una dificultad, recuerda que la divinidad, como un maestro de gimnasia, te ha enfrentado a un duro contrincante.
—¿Para qué? —pregunta.
—Para que llegues a ser un vencedor olímpico.
Pero no se llega a ello sin sudores.

El secreto de la serenidad

No pretendas que los sucesos sucedan como quieres, sino quiere los sucesos como suceden y vivirás sereno.

El camino a la serenidad

Hay un camino para la serenidad —tenlo a mano al alba y durante el día y por la noche—; el apartamiento de lo que no depende del albedrío, el no considerar nada como propio, el entregar todo al Genio, a la Fortuna, poner a éstos por cuidadores de tales cosas, como ya los puso Zeus, y estarte tú a una sola cosa, a lo particular, a lo libre de impedimentos, a leer refiriendo a esto la lectura, y lo mismo escribir y escuchar. 

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